La mantis, que suele ser verde o parda y se camufla muy bien entre las plantas de su hábitat, embosca o acecha pacientemente a sus presas. Usan sus patas delanteras para atrapar a su víctima con unos reflejos tan vertiginosos que resulta difícil verlo a simple vista. Además, las patas presentan púas con las que atrapan e inmovilizan a la presa.
La mantis, que suele ser verde o parda y se camufla muy bien entre las plantas de su hábitat, embosca o acecha pacientemente a sus presas. Usan sus patas delanteras para atrapar a su víctima con unos reflejos tan vertiginosos que resulta difícil verlo a simple vista. Además, las patas presentan púas con las que atrapan e inmovilizan a la presa.
A pesar de su nombre, estos fascinantes insectos son unos fantásticos depredadores. Su cabeza triangular se alza en lo alto de un estirado cuello, que de hecho es un tórax alargado. Los mántidos pueden girar la cabeza 180 grados para escudriñar los alrededores con sus dos grandes ojos compuestos y tres simples situados entre ellos.
Muy a su pesar, polillas, grillos, saltamontes, moscas y otros insectos suelen despertar el nada deseado interés de la mantis. Por otra parte, estos animales también se comen a los de su propia especie. El ejemplo más famoso de ello es la infame conducta amatoria de la hembra adulta, que en ocasiones se come a su pareja justo después del apareamiento, e incluso durante. A pesar de ello, los machos no rehuyen la oportunidad de reproducirse.
Periódicamente, las hembras ponen cientos de huevos en una pequeña bolsa, de la que las larvas emergerán con un aspecto muy similar al de sus progenitores a escala diminuta.